jueves, 19 de mayo de 2011

Tiempo de Resurrección

Queridos hermanos y hermanas: Paz de Cristo para cada uno de ustedes

Me gustaría reflexionar acerca del trabajo pastoral en nuestra comunidad. Agradezco a Dios por todos los que voluntariamente se acercan al mismo y cada día lo hacen posible, así como a los que generosamente aportan los recursos económicos para que sea una realidad.

No podemos perder la perspectiva de que nuestro trabajo pastoral no es nuestro, pertenece al SEÑOR, él es quien guía la tarea, quien se adelanta. Y es el ESPIRITU SANTO quien nos guía en lo cotidiano y quien va al frente para abrirnos los corazones de aquellos a quienes se nos llama a servir.

Por lo tanto, lo primero que les ruego es que oren sin cesar por cada persona que servimos en nuestro apostolado quienes son para nosotros CRISTO MISMO, recordando que es el Señor quien nos dice: “CUANTO HICISTEIS POR UNO DE ESTOS PEQUEÑOS POR MI LO HICISTEIS” MT 25: 40.

Es la oración lo que sostiene la obra de la parroquia, es a través de nuestro diálogo con el Resucitado que somos guiados en nuestra tarea cotidiana y nos fortalecemos en el sentir de la presencia de Dios en nuestro caminar.

Si bien la oración es nuestro cimiento, la otra columna es nuestro apostolado, nuestro trabajo que debe de ser siempre hecho en nombre de Cristo. Como dice el apóstol Pablo: «No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús 2 cor 4:5

Nuestra tarea debe estar inspirada en la persona de Cristo buscando seguir sus huellas y asumiendo una actitud de Esperanza. En nuestra tarea he notado muchas veces el desánimo cuando la respuesta no es la esperada y, si bien humanamente ponemos expectativas, recordemos que solo sembramos para que el Señor recoja y que, ya lo dice el evangelio, el trigo y la cizaña crecen juntos.

Hermanos como comunidad parroquial estamos llamados a plantar el trigo y no a arrancar la cizaña, no nos desanimemos por que los resultados no son siempre los humanamente esperables, porque nuestra tarea no es humana y los resultados no serán los que humanamente esperamos.

Abramos el corazón cuando vamos al encuentro de nuestros hermanos, es Jesús quien viene a nuestro encuentro en el otro, no nos dejemos ganar por la desesperanza, no sea cosa que al sembrar esperanza se siembre en nosotros la cizaña de la desesperanza.

Salgamos de nosotros y entremos en el corazón de los que servimos y preguntémonos que hubiera sido de nosotros si en la vida nos hubiera tocado estar en su lugar. Solo poniéndonos en la piel de los que servimos, en la cárcel, en el hospital, y en tantas obras que cotidianamente hacemos, solo viendo en ellos a Jesús, podremos entender lo que nos convoca y anima, lo que nos sostiene y envía.

Cuando en 1960 nuestros predecesores cerraron la parroquia ¿pensaron que un día estaríamos nosotros trabajando, orando y creciendo? Ellos sembraron y nosotros somos sus frutos.

A sembrar en ESPERANZA y el fruto para el Señor, quien nos acompaña y nos sostiene.

Dios les bendiga

Gonzalo +