lunes, 20 de febrero de 2012

Escuchar a Dios y al Pueblo


Un sello de los cristianos debería ser la alegría, ¿Como transmitir la buena noticia del amor de Dios sin alegría?

Escuchemos a Pablo que nos dice:

“Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca” (Flp 4,4-5).

Esta alegría, es el sello del los que encontraron en un mundo de cambios el camino de paz y felicidad, esta alegría brota del encuentro con Jesús, de caminar tras sus pasos, este encuentro nace de la oración y del servicio al prójimo acciones que transforman nuestra vida

Debemos de volver a Jesús camino verdad y vida. El es quien nos trae la buena noticia y nos invita a construir un mundo nuevo.

Debemos de transmitir y vivir la verdad del evangelio, con alegría y paz entendiendo que Jesús es quien lleva el mando de nuestra tarea y no nosotros.

Nuestra tarea es sembrar para Jesús y no es que Jesús siembre para nosotros. La cuaresma nos da la oportunidad de volver al llano de vivir la sencillez y la alegría, de ajustar nuestros planes a la gente y no de meter a la gente en nuestros planes de llevar alegría y esperanza y no ideas de nuestro laboratorio

Oír al pueblo y al Padre, es una propuesta para esta cuaresma, acercar a la gente a una nueva vida de la cual brota alegría, paz y esperanza.

Buena cuaresma para todos.

Padre Gonzalo +

Comienza la cuaresma

MIÉRCOLES DE CENIZA


Este tiempo del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.